Nicolas Sanchez L.

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Damos vueltas por las noches

Silent plot (The White Lion, Barbican)We spin around the nights video Series 1080p HD video, ∞ loop, 27” LED Screen, Aluminum case 25” x 15” x 2” inches

Por Nicolas Sanchez

Cuando lo claro se vuelve difuso, lo conocido incierto, lo evidente misterioso y lo definido sin límites precisos, aparece un nuevo territorio libre donde coinciden -como en el tango- sabios, suicidas, amantes. La noche como imagen, despierta consigo asociaciones que han estimulado desde siempre el trabajo de artistas, músicos, poetas y escritores con pasajes notables en los románticos alemanes del siglo XVIII, el movimiento decadentista de fin de siglo (XIX) y los poetas flaneurs de la vida moderna. Pero son dos pasajes en el arte del siglo XX los que sirven de punto de partida en este viaje: la pintura Noctámbulos (1942) de Edward Hopper y las derivas de la Internacional Situacionista (1957-1972) encabezada por Guy Debord.

Hopper fue el retratista de la gran depresión estadounidense. Tras su pintura de paisaje urbanos, se colaba el retrato de una nación acosada por la angustia, el agobio y la desesperanza. Sus protagonistas son personajes taciturnos, ciudadanos abandonados en la soledad de las habitaciones de hotel, de los suburbios, en el tedio infinito de despachos sombríos. Incluso en sus cuadros sin personajes, donde la ciudad se presenta vaciada y decadente, la arquitectura cobra vida humana; pinta casas, fábricas y edificios, pero son personas. Los Noctámbulos es un resumen magistral de su personal estética, donde sus melancólicos personajes naufragan por las noches apoyados en barras de bares sin sueños.

The sun descending in the west, The evening star does shine; The birds are silent in their nest, And I must seek for mine. Night by William Blake

Si Hopper fue el pintor del silencio que sigue al optimismo del progreso material, la Internacional Situacionista se sumó a la avanzada de las vanguardias históricas que vociferaban por cambiarlo todo. Desarrollaron la teoría y práctica de la psicogeografía, que planteaba el caminar como un instrumento de interpretación del territorio y al mismo tiempo de modificación simbólica de un sistema inhumano, una sociedad inerte y un mundo que los asfixiaba. Así, abogaban, en principio, por una nueva ciudad, para terminar planificando una nueva sociedad y un nuevo mundo que quebrantase los habituales parámetros de estabilidad y producción capitalista que los mantenia en el aburrimiento, la más moderna forma de control social. De alguna manera, los Situacionistas radicalizan el legado del flaneur que Benjamin detectó en Baudelaire como metáfora nítida de las paradojas de la vida moderna, ese ciudadano melancólico que contemplaba con distancia el éxtasis del progreso y la vida urbana.

… y el fuego nos consume

Bares retratados en plena oscuridad de la noche. El encuadre a media distancia muestra partes de su exterior en sombras, calles vacías iluminadas sólo con la débil luz de las farolas, buzones de correo, bicicletas sin dueño, veredas desoladas. El interior encendido de los bares nos invita a entrar y nos entrega pistas sobre lo que ocurre en su interior. Un puñado de personas parecieran estirar con calor esa hora maldita en que los bares a punto están de cerrar.

Borroneados digitalmente los letreros distintivos de cada pub, su carácter anónimo extiende su metáfora a cualquier bar de esquina. La silueta, deformada y borrosa de los parroquianos a causa de la exposición múltiple y larga de la cámara acentúa esta sensación.

As human beings, our greatness lies not so much in being able to remake the world as being able to remake ourselves. Gandhi

Las tomas contemplativas y silenciosas -agudizada la sensibilidad por el deambular nocturno- contrastan con la pequeña energía en su interior. Individuos que en su complicidad e incesante movimiento parecieran gestar una revolución, montar una fiesta improvisada o quizás simplemente emborracharse hasta la médula antes del fin. Pero los noctámbulos de todas las épocas han desafiado los horarios y con ello las normas que los mantienen contenidos y nunca contentos, y ese impulso que se mantiene intacto es el que la fotografía intenta rescatar. Ya no es el silencio de Hopper ni el radicalismo situacionista para cambiar el mundo de raíz; mientras afuera la ciudad duerme, otros traman su propia revolución en el interior de sus corazones, se pierden por las noches para encontrarse de forma nueva cada día, para cambiarlo todo cambiando ellos mismos.

La Serie Damos vueltas por las noches toma su nombre del antiguo palíndromo en latín In girum imus nocte et consumimur igni (damos vueltas por las noches y el fuego nos consume) -que 
Guy Debord rescató- como un homenaje a los que buscan sin dormir, a los que llevan el fuego, a los que la vigilia y el desvelo les enciende porque no pueden dormir sin sueño.

Public Houses: una breve historia

Hacia mediados del siglo XVIII, el centro de Londres contaba un pub cada 116 personas. Centro neurálgico de negocios, trabajo y transporte, impulsó el establecimiento de espléndidos coaching inns, donde los viajeros podían estacionar los coches, cambiar los caballos, descansar y por supuesto, comer y beber. Pero durante el siglo XIX, la llegada del ferrocarril disminuyó los tiempos, acortó las distancias, y se llevó con su velocidad este tradicional tipo de establecimientos.

Pero al tiempo que desaparecían las casas de postas, el Beer Act de 1830 bajo el reinado de William IV que liberalizó las regulaciones para la fermentación y venta de cerveza, expandió por toda Inglaterra las Public Houses y breweries. A los tiempos de pubs en cada esquina, le siguió luego el auge de los Palacios de Gin en la época Victoriana, -de donde proviene la imagen ícono a la que se asocia el pub inglés- y los últimos años a la moda de recreación, modernización o estandarización de grandes cadenas. Pero si hay algo que no ha cambiado es su espíritu convocante, atomizador como lugar de encuentro de artistas, intelectuales, escritores, poetas, bohemios y noctambulos anónimos.

La historia -y las leyendas- cuentan de que Ye Olde Cheshire Cheese ha recibido en sus barras a través de los años al escritor Dr. Samuel Johnson (1709-1784), a su colega Charles Dickens (1812-1870), al poeta escocés John Davidson (1857-1909) y al irlandés William Butler Yeats (1865-1939). En la Fitzroy Tavern saciaban su sed el pintor Galés Augustus John (1878-1961), su paisano poeta Dylan Thomas (1914-1953, aunque había pocos bares de los que Thomas no hiciese su hogar), y el escritor George Orwell (1903-1950), cerrando la jornada los dos últimos en The Wheatsheaf, luego de tranquear 2 largas cuadras hacia el sur. Y la lista sigue; The Grapes frente al Támesis -citado por Dickens en una de sus novelas-, The Lamb frecuentado también por este último y The French House, popular entre artistas y escritores como el Irlandés Brendan Behan (1923-1964), otra vez Dylan Thomas y Augustus John, el pintor Francis Bacon (1909–1992), su colega Lucian Freud (1922-2011) y el novelista Malcolm Lowry (1909-1957). De los antiguos coach inn’s originales quedan The George en Southwark, pareado al desaparecido The Tabard, lugar en el que Geoffrey Chaucer da inicio a sus Canterbury Tales y The Spaniards Inn en Hampstead que cuenta entre su no despreciable lista de parroquianos con el romántico inglés John Keats (1795-1821), Charles Dickens (...), el autor de Dr Jekyll and Mr Hyde Robert Louis Stevenson (1850-1894), el poeta y pintor simbolista William Blake (1757-1827), sus colegas Sir Joshua Reynolds (1723-1792), John Constable (1776-1837) y William Hogarth (1697-1764), Mary Shelley (1797-1851) -Frankestein- y Lord Byron (1788-1824) -Don Juan-, entre muchos otros.