Algún lugar encontraré2008 DVD Video, color, sound, 10’
Con su video Algún lugar encontraré (2009), el artista chileno ganó la 9na edición del Concurso Internacional Juan Downey, que se regía por la línea curatorial “Resistencia”. Después de doce años, Sánchez nos cuenta los conceptos que lo guiaron en la creación de esta obra, y cómo lo fortuito y la improvisación son un eje central en todo su trabajo.
Guiado por temáticas como la ciudad, la soledad, la fuga y la libertad, el artista chileno Nicolás Sánchez salió en búsqueda de desechos industriales alrededor de la ciudad de Valencia (España), para luego construir algo nuevo con lo que recuperar espacios y territorios perdidos. Con ayuda de un trípode, Sánchez se filmó a sí mismo a lo largo de este acto performático que tituló Algún lugar encontraré (2009), que finaliza con él alejándose (o adentrándose) de la ciudad sobre una balsa improvisada hecha con los objetos encontrados.
Han pasado doce años desde que su obra ganó la categoría Videoarte en el Concurso Internacional Juan Downey. Ese año, la curatoría que guiaba la entonces llamada Bienal de Video y Artes Mediales (BVAM) -renombrada como Bienal de Artes Mediales de Santiago en 2012- era “Resistencia”, temática que al artista le hacía eco personal y laboralmente. En esta entrevista, el licenciado en Arte en la Pontificia Universidad Católica y Máster en Arte Público por la Universidad Politécnica de Valencia, nos cuenta sobre el origen de su video y los conceptos principales que le atraviesan.
¿Cómo nace este proyecto? ¿Qué deseabas abordar?
Yo estaba viviendo en Valencia, estudiando un Máster en Bellas Artes y los temas que me perseguían en ese entonces tenían que ver con la ciudad, el hastío, la soledad en las grandes urbes, la arquitectura, la especulación inmobiliaria, el azar, la búsqueda, los trenes, la huída, la fuga, la vida, la libertad. Son los mismos temas que me siguen hasta hoy pero con una tormenta y un ímpetu distintos.
¿Cómo fue el proceso de construcción? ¿Qué fue lo que más te gustó de él?
Fue muy espontáneo y solitario. Espontáneo porque obedecía a lo que me iba encontrando en el errar. Y solitario porque era yo, la cámara y un trípode. Siempre he trabajado solo. Me interesa esa aproximación al video sin planificación, un componente performático de improvisación y otro más riguroso y ordenado de encuadre y edición posterior, en donde se estructuran las tomas en dirección a un relato narrativo micro, de conexión de escenas, pero sin claridad del guión general.
¿En qué te fijaste para escoger los lugares que aparecen en el video?
La verdad es que no los escogí, en el sentido en que no me dirigí a ellos. Los escogí cuando se me aparecieron. Simplemente ahí estaban los materiales que necesitaba, en los descampados y los suburbios llenos de gitanas guapas. Pero tampoco era casualidad, esos eran -y son- los materiales del desarrollismo y te los encuentras justamente ahí, en esos paisajes raros, incómodos.
Los objetos que recoge el personaje, ¿estaba contemplado que estuvieran ahí o fue algo fortuito?
Fue fortuito, todo fue encontrado, pero como te decía, no era difícil que así fuera. Son los materiales del mundo que me interesaba retratar, restos de ciertas formas de planificación urbana, de una comprensión de la ciudad -y de la vida que llevamos ahí dentro- como un molde de galletas. Ahí estaban esos objetos olvidados, solitarios, como una montaña diciendo la palabra entonces, como el verso de Omar Cáceres.
¿Dentro del proceso la idea principal cambió? ¿Que apareciera remando al final era parte de la idea?
La idea principal era construir algo con residuos que me permitiera salir de donde no quería estar -en sentido figurado-. Eso se mantuvo. La toma final no estaba planificada… era poco probable que la cámara sobreviviera si la dejaba sola filmando sobre el puente mientras yo remaba. Pero apareció un transeúnte que mostró interés y ofreció ayuda sin yo pedírsela. Y puso de su cosecha. Y mostró con mayor ánimo la idea del final en huida, en ese brazo de mar, para encontrar algún lugar.
¿Qué es lo que más resaltas del trabajo?
Su economía de medios, hacer lo que se podía con lo que se tenía a mano, por la necesidad de hacerlo. Y que hablara en seña poética sobre las ciudades que intentamos habitar, en donde estamos siempre contenidos y poco contentos. Y en eso creo que conectamos con el jurado del premio
¿Cuál era el objetivo de realizar esta obra? ¿Qué ha significado para ti?
Era poner en imágenes mis lamentos, a modo de un gran tapiz de un paisaje post-industrial, que se dispara en todas direcciones.
¿Cuál era tu intención al construir una balsa con objetos encontrados y desechados por otros, para remar? ¿Qué significado tiene para ti esta acción?
La misma que ahora, huir. Esa es la balsa que quiero tomar casi todos los días. Sufro profundamente, y en el último tiempo quiero creer que es porque me ha tocado vivir un tiempo que exige virtudes del todo distintas a aquellas cuya presencia siento en mí.
¿Qué pasó después de este proyecto? ¿Qué has hecho y en qué estás ahora?
He naufragado y vuelto a zarpar en este viaje sin sentido que es el arte y digámoslo de una vez, la vida misma. Sufrimos un tiempo infantil y sin relato alguno más que el triunfo infame de la farándula, el consumo, la homogeneidad y el narcisismo con disfraz de liberación. Pero la melancolía me ha ayudado a sobrevivir, la bilis negra, este humor de los que hablaba Burton. En ocasiones reír por no llorar, creo que es la condición más apropiada para sumergirse en esta época.
Este 2021 el Concurso Internacional Juan Downey cumple 15 años, ¿cómo has visto la evolución del concurso y las obras ganadoras?
Me parece maravilloso, no sólo que exista el concurso, si no que cumpla 15 ediciones y que exista bajo el alero de la Corporación Chilena de Video y Artes Electrónicas, una iniciativa heroica en el contexto local. Respecto a la evolución del concurso, te mentiría si te digo que lo he seguido. Al mundo del arte entro desde el lado y lo sigo con distancia, con resistencia crítica que fue el verso que inspiró la 9na versión en la que participé. Siempre me he sentido más cómodo en los lugares intermedios, en esos paisajes raros e incómodos de los que te hablé, entre el capitalismo y la melancolía.
Untitled (Tumulus, Hampstead Heath)We spin around the nights Series
Digital C-print, Mounted on Aluminium and Perspex
60 x 40 inches
El artista nacional Nicolás Sánchez hace resplandeciente lo más cotidiano de lo cotidiano. Hasta lo más sencillo, bajo su lente es poesía pura. Nos abrió su cocina, la misma que fotografió con ese arte que lo hace especial, y nos contó cuál es su relación con ella, desde donde se declara un asiduo a la experimentación.
Acostumbrados a apreciar su arte que habla de lo basto, de la contemplación, de la paciencia. Acostumbrados a ver desde su arte una entrega que parece derrumbar los límites impuestos y sumar libertad con solo un respiro. La rutina reflexiva de Nicolás Sánchez lo hace pasar mucho tiempo en la cocina, manteniendo una relación cercana con los alimentos. Se declara vegetariano no religioso, condición que lo obliga a la experimentación. “Me gusta trabajar con lo que hay más que seguir recetas, y estoy dedicado –como gran parte de Santiago, al parecer por la escasez de la materia prima– a la cocina del alimento fundamental de nuestra civilización: el pan. Es lindo leer las descripciones de una masa perfecta en libros antiguos sin imágenes, porque se escudriña al máximo en el lenguaje para dar con las palabras adecuadas que logren describir esa amalgama elemental; cojines de satín y cortezas que suenan como colisiones de estrellas”.
Para Nicolás estos son tiempos de pesimismo filosófico y depresión general de los espíritus, situación que lo tiene muy entusiasmado. Las horas de encierro las dedica a un minucioso trabajo con un archivo fotográfico familiar que abarca aproximadamente 4 generaciones. “Intento buscar los orígenes de un descontento que siento vivo, de que algo se ha perdido, de que el pasado fue mejor, de que todo lo que ahora nos rodea ha entrado en un proceso irreversible de ruina… una espesa atmósfera que lo cubre todo. Escaneo imágenes, leo biografías y voy construyendo una historia a partir de las historias que nos contamos”, dice.
Studies on the twilight (on an abandoned mine)
Acostumbrado a la observación de grandes lugares o a tareas de recolección de largo aliento, ¿cómo va la rutina de mirar la realidad desde tu casa?
Los grandes escenarios también se encuentran dentro, aunque el encierro se lleve con una dignidad intermitente. Días los hay provechosos, dedicados al ejercicio diario de entender. Se leen crónicas del Santiago que se fue, de Oreste Plath y una introducción a la música de Jaime Donoso celebrando el regreso de Radio Beethoven. Hasta una tele se hizo el espacio en mi casa para maldecir noticiarios y recordar por qué se odia, para ver películas largas de Bergman, cortas de Buster Keaton o fascinantes lecciones de música de Leonard Bernstein. Hay otros días llenos de miserias domésticas, unos iguales a otros, cortados en rebanadas de horas, en que se hace poco más que mirar una pantalla, beber, hacer el amor –que no es poco– o agitarse en una colchoneta de goma para ahuyentar el humor negro y traer breves momentos de animación exterior.
¿Qué te ha regalado este tiempo en casa?
Algunas noches, en la fortuna de estar sano, me siento en el balcón a ver cómo se prenden los faroles antes de que la noche salga de debajo de los bancos del parque y el toque de queda lo deje todo en un silencio negro. Algo pasa en el océano interior, que resuena de forma especial. Me doy cuenta de lo maravilloso de la ausencia de todo evento y cómo se abre paso la posibilidad de la contemplación. Me ha dado también por buscar refugio en algunos objetos que me rodean, esas cosas bellas que no se necesitan forzosamente y que ni siquiera sirven para nada determinado… objetos decididamente inútiles pero sin los cuales no habría historias ni ceremonias raras de memoria.
Danos una receta preferida en tu casa por estos días.
Cocinar lo más lento y largo que se pueda. Reducciones de horas en sartenes de fierro, hogazas de pan que leudan días completos, fermentados que toman semanas (desde tepache mexicano de piña y jengibre, hasta sauerkraut de repollo morado), paté de lentejas con nuez o lentejas en cualquiera de sus formas, y tragos amargos, muchos, araucanos, negronis y cervezas con aroma ácido.
La conclusión de todo esto que estamos pasando lo hace entrar en una duda universal porque nunca ha trabajado con la contingencia, pero cree que de alguna extraña manera se va a manifestar. “Me ronda la idea de Schopenhauer que Freud toma para hablar de las grandes humillaciones de la megalomanía humana, siendo la primera la cósmica; donde nos enrostra que la tierra es una más de las innumerables esferas luminosas que flotan libremente en el espacio infinito, donde una capa de moho ha producido seres vivos, que sin saber nada se apiñan, aman, nacen y mueren dentro de un tiempo sin comienzo ni fin. Quizás sea un buen momento de entrar en ralentí, quizás solo quede marcharse, quizás quede el arte, que desde las cavernas es una forma de pactar con el sinsentido. Perdón por el nihilismo, lo advertí de un comienzo”, concluye.
Golden DuskDigital C-Print, 192 X 155 cm, Mounted on Dibond and Diasec
Sunset at the Aschlöksken IStudies on the twilight (Scenes from two rivers)
Dyptic, Analog photography, C-Print, 180 x 150 cm
Este artista plástico, retrata en sus diversas series fragmentos de la vida moderna. A través de una mirada sublime e inspiradora, hace que los espectadores de su obra puedan mirar hacia adentro, desencadenando con sus imágenes una especie de meditación privada, logrando que nos conectemos con nuestra esencia y la del mundo.
Hace unos años el artista chileno Nicolás Sánchez decidió instalarse en el norte. Luego se fue a estudiar a Alemania, de donde viene llegando con una nueva mirada de la zona desértica de nuestro país. Hoy presenta la serie Norte Grande y traspasa la barrera del artista promisorio. La entrevista completa después del salto.
Mientras estudiaba en la Escuela de Alte de la UC algo lo incentivó a tomar cursos de fotografía análoga con Jorge Padilla y de video con Roberto Farriol. Nicolás Sánchez, hoy, con diversas exposiciones en Chile y Europa, suma su reciente experiencia en Dusseldorf, donde compartió taller durante un arto con artistas de distintas disciplinas locales y provenientes de otros lugares como Israel, Kurdistan e Irán. Esto posibilitó un diálogo nutrido que lo llevó a darle forma a su nueva muestra llamada Norte Grande. En ella intenta “conectar objetos ingleses encontrados en el desierto con nidos de tucúqueres recolectados en Quillagua y fotografías de gran formato de cañerías colosales, polvo en suspensión, estaciones de monitoreo, y atardeceres dorados de nostalgia", dice Nicolás.
Aprovechó su tiempo al máximo estando fuera. Estudió nuevas técnicas audiovisuales, trabajó en una serie de serigrafías y reunió material para nuevos proyectos; hizo un recorrido por el Rhineland, la cuenca del Rin que Víctor Hugo comparó con las plateadas arenas de los arroyos brillantes del Nuevo Mundo, y realizó un estudio sobre la vida nocturna y la iluminación artificial en Düsseldorf, Berlín, Teherán y Londres.
Hoy, el resultado de su serie Norte Grande viene a poner un pilar más dentro de la solidez de su carrera. “Me vine al desierto siguiendo mi interés en ese arte sutil -que describía Salvador Reyes en su libro “Andanzas por el desierto de Atacama”-, de viajar y amar el mundo para descubrir los secretos lazos que unen las ciudades. Me interesaba descubrir la historia humana tras la conquista del despoblado de Atacama como era llamada la región durante la Colonia, y en esa aproximación quería buscar imágenes despegadas de lo documental, un retrato de lo invisible, una imagen que pudiera viajar por el tiempo, que no comunicase algo directamente, sino que pudiera habitarse”.
Por: María José Mora D. / Retratos: Bárbara San Martín S. para Revista Casas
Nuevas generaciones están tomando forma y fuerza en el campo artístico. Elegimos a seis artistas chilenos que destacan por poseer propuestas y estéticas propias que llaman la atención y que, poco a poco, los ha posicionado en el competitivo mundo del arte.
Este artista, egresado de Bellas Artes de la Universidad Católica, es un trotamundos, sus pasos recorren Europa y América, pero hoy se encuentra en Chile instalado en Antofagasta. “Me vine al desierto en un subviaje, de un viaje interior del cual espero no regresar. Me interesa esta tierra triste, réproba de maldición como se lamentan los versos de Francisco Pezoa. Hay algo de far west en su estética de abandono y descampado, su imagen me produce una hermosa confusión”, cuenta. El trabajo de Sánchez está ligado principalmente a la fotografía y el video, soportes que le llaman la atención hace un tiempo y en los que ha profundizado bastante. “No elegí esos soportes, más bien es lo que me interesa de un tiempo a esta parte; a veces lo veo como un camino largo hacia la pintura. Lo que me interesa de las cámaras es su completa subjetividad, a contramano de su aparente reproducción mecánica y fiel de la realidad. Me atrae su vaguedad, lo que va más allá de su superficie. En eso han profundizado Roland Barthes y Walter Benjamin, el que incluso inspiró una serie de TV en 1972, ‘Modos de ver’, de John Berger”, cuenta el artista. Para explicar su trabajo, Nicolás se acerca a una idea muy vinculada a la tradición cristiana – no a la religión– en eso de no buscar respuestas en el viento huracanado, sino en el susurro de la brisa. “Intentando algo similar, hablaba con un amigo músico acerca de la originalidad y complejidad de la obra de Spinetta, la que acordamos en describir vagamente como una estética, una actitud. La pregunta siguiente es cómo detecta uno cuando ha entrado en una obra o en una pieza musical, por ejemplo, y si es capaz de describirla. Aquí me acordé de Wittgenstein, quien ejemplificada este problema con nuestra capacidad de distinguir una mirada de amor genuina de una pretendida, pero siendo incapaces de describir la diferencia. Ahí entra la metáfora como aproximación posible para iluminar esas diferencias sutiles; es la manera en que me acomoda acercarme a mi propio trabajo”, explica Sánchez.
La obra de Nicolás tiene una cierta poética y misterio que resuenan en el espectador mientras contempla su obra. Estas pueden ser vistas y experimentadas bajo distintas técnicas. Cuando le preguntamos sobre su relación con el cine, destaca el documental lírico “La vida está en otra parte” que estrenó el 2013 en Londres en la Galería de Cecilia Brunson. Ahí Sánchez estaba explorando, no tanto con el medio mismo como hacían los videoartistas de los ’70, sino con el proceso de hacer cine, de la observación documental y de la vinculación de todo eso con la vida y la búsqueda personal. Nicolás ha tenido varias exposiciones individuales y colectivas centradas en sus fotografías. La última fue en el 2015 en la Galería NAC, donde mostró “Atmósferas (hay algo existencial en estas imágenes que no consigo nombrar)”. Se trató de fotografías de gran formato que mostraban los cielos de determinadas partes del mundo a distintas horas, lo que producía en el espectador cierta meditación, porque había algo metafórico y existencial que se podía palpar en el trabajo. “Mi proceso creativo está muy vinculado a la vida diaria, a las miserias domésticas, a mis lecturas, a la música, al cine, a los viajes, al lugar habitado, al vaivén emocional, a los lugares mal iluminados, es un proceso personal lleno de curvas, no hay moldes de galleta. Si me dejas volver a Spinetta, hay que hacer pan y hay que hacer canciones, si vives todo el tiempo haciendo lo mismo te consumes, hay que preservarse haciendo otras cosas”, sostiene Sánchez y agrega: “Hay muchas preguntas para las que no tenemos respuestas científicas, no porque sean misterios impenetrables, sino simplemente porque no son científicas. Ahí entran las interrogantes que plantea el arte, la música, el cine, etcétera; las preguntas que buscan tratar de comprender mejor el mundo y a nosotros mismos. No persiguen una verdad, sino iluminar conexiones posibles. No puedo responder más en concreto, porque mis trabajos nada concreto dicen; mi deseo es mirar hacia adentro y disparar el ánimo en todas direcciones”... La entrevista completa después del salto.
Mientras estudiaba en la escuela de Arte UC, Nicolás Sánchez (1981) tomó cursos de fotografía análoga con Jorge Padilla y de video con Roberto Farriol. Hoy es uno de los artistas emergentes chilenos más promisorios. Ha ganado varios premios, como el de Creación y Autoría Audiovisual Juan Downey 2009; ha exhibido en el MAC, en Sala Gasco y en Galería NAC, y su trabajo ha llegado también al Centro Cultural Borges, de Buenos Aires, al Festival BAC de Barcelona y a la sala Cecilia Brunson Projects de Londres. Ahora prepara maletas otra vez: acaba de ser seleccionado como artista en residencia por la Lepsien Foundation de Alemania.
Tras volver a Chile en 2014, Nicolás Sánchez se fue a vivir al desierto, como una forma de investigación personal. “Busco mostrar lo ordinario de forma nueva, extrañar. Es intentar volver a experimentar ese encandilamiento de la primera mirada, devolverle la profundidad a una imagen que hemos vaciado mirando sólo su superficie”, cuenta.
Actualmente prepara una muestra sobre el Norte Grande, “una especie de homenaje a Antofagasta; la ciudad más hostil que he tenido la fortuna de habitar. Son fotografías, videos, instalaciones, trabajos con objetos encontrados, que buscan hablar de esta ciudad formada por historias de inmigración, empresas épicas, deseo, esperanza, decepción”, dice. Y, a su vez, planifica la residencia artística en Düsseldorf, donde se quedará al menos un año.
“Me agita la idea del espíritu alemán -dice-, donde está muy presente la idea del arte como un vehículo de profunda revelación emocional y metafísica. Desde la mitología pre cristiana hasta Wagner, hay una valoración de lo romántico como una actitud del espíritu, una reflexión del tiempo, de la condición humana... me gustaría buscar lo pequeño en esa escala colosal”.
Su trabajo artístico está lejos de la contingencia. “No veo TV, escasamente leo prensa, salvo algún titular de crónica roja regional como si leyera poesía; la actualidad me hace daño, no me interesa, y no es de fanfarrón, es una enfermedad de anacronismo y desasosiego endémico pero que me obliga a mirar hacia adentro, a buscar algo que no se debilite ni pase de moda”, dice. “Le leí a Adriana Valdés eso de que la poesía es lo que sale cuando el habla se entra, cuando silenciamos la cháchara, la palabra convencional, la muerte”.
¿Cuál fue el sentido de Atmósferas, uno de sus últimos trabajos en Galería NAC?
Esa serie que comencé hace 7 años es un registro fotográfico de la atmósfera terrestre, y de los campos de color que forma la luz al atravesarla. El título completo es Atmósferas (hay algo existencial en estas imágenes que no consigo nombrar), y con ella justamente buscaba dar nombre en imágenes a la profundidad sobrecogedora de esas atmósferas, para mí, cargadas de preguntas escatológicas. Estaba estrechamente relacionada a los pensamientos de Pascal y al estremecimiento metafísico que le generaba la contemplación del universo: “¿Quién me ha puesto aquí? Por qué me han sido destinados este lugar y este tiempo?”.
De la vida de Horacio, que estudia un oasis de niebla en pleno desierto de atacama y la de Alfonso, que intenta resucitar una estancia ovejera en la Patagonia. Ambas historias las conecta mi viaje a conocerlos y las largas conversaciones que sostenemos en torno a la vida, la modernidad, la resistencia y el cambio, siempre inmersos en paisajes sobrecogedores. Es un documental lírico de sus experiencias de vida que revelan una profunda conexión y sensibilidad.
¿Cual fue el primer estímulo para realizar este documental?
Fue un proceso muy personal, sentía la necesidad de descubrir otras formas de vivir y sacudirme de la tendencia a entender la vida como un molde de galletas
¿Cómo y cuando fue el proceso de filmación?
Hace ya 5 años partí solo, con el mínimo equipo posible, cámara y trípode al hombro. Me largué a filmar estas historias con minúsculas, relatos sencillos de individuos libres, cuyo mejor discurso son sus propias vidas, las que resonaban en mi como bombas contra el sentido común.
¿Cuanto de guión había?
Habían ciertos temas que atormentaban a mis personajes y otros que me rondaban a mi. En alguna parte nos juntábamos. Fue un proceso sin guiones ni storyboards, a mi parecer no había otra forma de hacerlo. Las herramientas que yo sí había decidido que me ayudarían a encauzar la historia eran el paisaje, el encuadre, la composición, la luz, el montaje, la música, la edición…
La edición… ¿como fue ese proceso?
Muy intenso y solitario. Sólo después de 2 años me animé a editar las más de 100 horas de material producto de ese proceso catártico. Cientos de escenas en el que botón rec nunca fue apretado, diálogos en donde las cintas se acababan en la mitad, tomas sin audio, personajes fuera de cuadro, etc hacían muy desafiante el proceso de cortar y pegar. Si bien las historias habían de cierta manera decantado ya en mi, nunca supe antes de terminar la edición si en todo ese material había finalmente una película.
¿Que papel juegas tu como personaje?
Me gusta pensarme como un facilitador, un catalizador. Mi intención con el pequeño gesto de exponerme también ante la cámara, era únicamente crear una atmósfera de intimidad y complicidad con el personaje que potenciara la naturalidad. Y en la práctica funcionaba, la cámara se olvidaba a los pocos segundos.
¿Por qué hablas de un documental lírico o de un film de artista?
Porque creo que LVEOP está a medio camino… no es cine, ni tampoco video arte. En todas las desiciones que te comento hay una transacción quizás en desmedro de la perfección técnica y lo probado y a favor del ensayo, la historia y el espíritu de la empresa que no tienen que ver con la industria del cine. Por otra parte, el film tiene una narrativa más tradicional que está lejos del video experimental.
Además hay un tratamiento del tiempo, de la composición, de las imágenes… esa insistencia en los planos fijos, cuidados y relativamente largos
Sin duda. Hay una propuesta estética y narrativa -que sigue la línea de otros trabajos míos anteriores- muy contemplativa, de tomas fijas, con un énfasis muy marcado en el paisaje, con un ritmo que habla más por lo que calla…
Y la música juega un rol fundamental también en esa dirección
Efectivamente. Trabajé muy de cerca con hermano-hermano, quienes decidieron desde el primer minuto realizar música original para la película. En ese sentido, la banda sonora es una pequeña opera hecha a la medida, funcionan a la perfección juntos.
¿De donde viene el nombre? La vida está en otra parte es una novela de Milan Kundera…
Pero antes de titular esa extraordinaria novela de 1969, era un graffiti de los movimientos sociales del Mayo francés (1968)… creo que es una frase muy cautivante, de un poder sugestivo que sigue vigente, que siempre se aleja y que como toda utopía, sirve para caminar.
¿Que recorrido ha hecho la película en términos de exhibición?
Se ha mostrado en un circuito bastante diverso; en galerías de arte por un lado como Cecilia Brunson Projects en Londres o NAC y BLOC en Santiago, asi como en festivales de cine documental o independiente como FICA, FECIR, FICAMS, FEDOCHI en Chile o el BIFF y Culture Unplugged en Estados Unidos.
Atmósferas en Visioner TVtrevista de Visioner TV a propósito de la muestra Atmósferas (hay algo existencial en estas imágenes que no consigo nombrar)
De Visioner TV publicaron esta video entrevista a propósito de la muestra Atmósferas (hay algo existencial en estas imágenes que no consigo nombrar)
Atmósferas (hay algo existencial en estas imágenes que no consigo nombrar) es un registro fotográfico de la atmósfera terrestre que inicié el año 2008 -hace 7 años-. La observación de la parte gaseosa de la Tierra y de los campos de color que forma la luz al atravesarla, se transformaron en un estudio sobre la luz, sobre el color y su percepción pero por sobre todo, acerca de los efectos sensibles en nosotros, el espacio y el tiempo.
De alguna manera hubo 3 momentos, por llamarlos de alguna forma, que se me aparecían constantemente a través de estos años.
Lo primero es la revolución de Copérnico en el siglo XVI que desvió la mirada de un sistema que creía a la tierra el centro del universo, hacia un espacio infinito, hacia un universo inmenso.
Después vino Pascal, el matemático-físico francés que a mitad del siglo XVII abandonó sus estudios científicos después de una epifanía mística, y se dedica a la filosofía y la vida de asceta. Pascal escribe en sus pensamientos -su libro más famoso- acerca del estremecimiento metafísico que experimentaba en la contemplación del cosmos; “¿Quién me ha puesto aquí? ¿Por qué me han sido destinados este lugar y este tiempo? ¡El silencio eterno de los espacios infinitos me aterra!”.
Y por último, entra esa frase de Oscar Wilde a propósito de Whistler -el pintor estadounidense que sin embargo vivió y pinto la mayor parte de su vida en Inglaterra- de que “No había niebla en Londres hasta que Whistler la pintó”. Y de alguna manera eso me hacía mucho sentido para interpretar toda la tradición de los paisajistas desde Friedric a Rugendas que en sus paisajes impregnan la atmósfera de preguntas escatológicas, de dudas metafísicas, una búsqueda espiritual que rehuye las iconografías al uso.
Todo eso desencadenó en este acto insistente de fotografiar la luz rasante en desiertos, trópicos, costas, montañas, estepas, en nuestras ciudades contaminadas; Valparaíso, el Magreb, Mongolia, Patagonia, Atacama, Irlanda, Buenos Aires, Calais… Ciudades y lugares que despiertan asociaciones hacia todas direcciones, hacia la oscuridad del cosmos, hacia el camino misterioso que es el va hacia adentro, como decía Novalis.
Las horas que elegí para realizar estas fotografías fue minutos antes de que amanezca, de que claree el alba, o en el ocaso, cuando el sol cae y la luz de las estrellas no es aún visible. Elegí ese momento porque era donde yo percibí que la atmósfera de la esfera terrestre adquiría la profundidad más sobrecogedora.
Me gusta pensar esto en términos del concepto de lo sublime que desarrolla Kant en su Crítica de la razón y que lo compara a la belleza. El decía que “mientras lo bello es limitado, lo sublime es infinito, y la mente en su intento de imaginar lo que no puede siente dolor por el fracaso pero placer contemplando la inmensidad del la tarea.
Las fotografías están impresas en formatos relativamente grandes, y buscan justamente incluir al espectador en esta atmósfera, en esta sensación, involucrarlo de alguna maneras en esta sensación.
Life is elsewhere Trailer2012 HD Artist Film, Color, Sound, 90’ 00”
Febrero 2015, Londres Febrero 2015, FICA, Parque Tantauco, Quellón 2 - 7 Febrero 2015, FECIR, Rengo 8 Enero 2015, Taller BLOC, Santiago Enero 2015, FICA, Arica Enero 2015, FICA, Santiago Enero 2015, FICA, Valparaiso / Viña del Mar 15 Diciembre 2014, FICAMS, Puerto Williams 3 Diciembre 2014, FICAMS, Punta Arenas 7 Noviembre 2014, FEDOCHI, Castro 14 Enero 2013, Cecilia Brunson Projects, Londres
¿Porqué te interesó hacer un documental como "La vida está en otra parte"?
Fue un proceso muy personal en una época muy determinada de mi vida. Venía llegando de vivir en España y me sentía más desencajado que de costumbre, gatillando en mi la necesidad de ir en búsqueda de eso que uno nunca va a encontrar, de descubrir tras tanta cháchara, otras vidas posibles, otras formas de vivir (de ahi el título de la película).
Caprichosamente la búsqueda tomó forma de película, y en ese mismo proceso caí en cuenta de que ésta ya estaba hecha en mi cabeza. Dos personas que conocí por circunstancias determinadas (y determinantes) en mi vida, habían construido a través de mí un discurso sobre la vida en forma de largometraje documental. Si bien había llegado tarde a mi propia idea, aún faltaba filmarla.
Y así fue que cargando un trípode y una cámara sobre los hombros me largué a filmar estas historias con minúsculas. Son relatos sencillos, de vidas pequeñas, de individuos libres cuyo mejor discurso son sus propias vidas, las que resonaban en mi como bombas contra el sentido común. Me gusta imaginar a los protagonistas como conspiradores de lo establecido, que piensan al detalle para vivir al por mayor.
¿Cómo definirías el documental, como para que el público tenga una idea de a qué se enfrentarán?
Es un documental lírico, o una película de artista, a falta de mejores nombres para llamarlo. Hay una propuesta estética y narrativa -que sigue la línea de mis trabajos anteriores- muy contemplativa y poética, de tomas fijas, con un énfasis muy marcado en el paisaje, con un ritmo que habla más por lo que calla y una banda sonora compuesta especialmente para el film por hermano-hermano.
Más en concreto, la historia va de la vida de Horacio en Atacama, de Alfonso en la Patagonia, y de mi viaje a encontrarlos. A través de largas conversaciones en torno a la vida, la modernidad, la resistencia y el cambio, e inmersos en paisajes conmovedores, el documental revela el fuerte lazo que los vincula al lugar habitado, llevando una vida de perspectivas muy propias y profundas conexiones.
¿Qué significa para ti exhibir la película en festivales, y en particular, en regiones?
Es una experiencia importante exhibir el film en regiones -tema que trata permanentemente la película-, y además que el festival tenga la apertura de incluir nuevos lenguajes en su programación, en un mundo donde incluso la creatividad y la forma de hacer películas está cada vez más departamentalizada.
Espero que el film resuene en los espectadores con metáforas que se disparen en todas direcciones. Y especialmente en los jóvenes, que se sacudan de las certezas establecidas, de las verdades -tan enemigas de la reflexión- y de la tendencia a entender la vida como una línea recta, como un molde de galletas.
Patagonia (Atmosphere XX)Digital C-Print, 210x140 cm, Mounted on Aluminium and Perspex
La fotografía es un pretexto para Nicolás Sánchez. Su intención está puesta en la experiencia humana retratada con una sensibilidad que lo lleva a obtener una realidad mestiza. El foco lo fija en el andar y el conocer, para así descubrir asociaciones que emergen ambiguas y sugerentes. La curadora chilena Cecilia Brunson lo conoce bien. Por lo mismo ha estado presente en su trayectoria. “Lo que admiro de la fotografía de Nicolás Sánchez es que encuentra un espacio dentro de la tradición de paisajistas, pero a la vez es un ‘outsider’. Su fotografía tiene una serie de precedentes, desde los pintores de lo sublime como Caspar David Friedrich hasta las fotografías tempranas de Edward Steichen. Pero lo que distingue a Nicolás es que hay un asunto que evidencia una belleza, o calidad de la vida, que aparece casi como si fuera no-real”, afirma Cecilia.
¿Cuáles son los hitos más importantes que recorren tu carrera?. Desde estudios a trabajos.
Nombrándolos como pretextos de un camino diría que mi residencia en Atacama con Incubo el 2006, mi maestría en España el 2007, mi residencia en Praga el 2008, el premio Juan Downey a mi regreso a Chile el 2009, la filmación el 2010 de mi documental lírico La vida está en otra parte, mi deportación del Reino Unido en 2011, mi porfía con Europa el 2012 a vivir a Londres, mi muestra individual en la Galería Cecilia Brunson Projects en Londres el 2013, mi regreso el 2014 a Chile, a vivir al desierto. Y entremedio de todas esas falsas cumbres, los viajes. En general las etapas más importantes para mí han tenido que ver más con éstos que con los eventos precisos; viajes finalmente hacia el interior de uno, pero que requieren salir fuera, incomodarse, ampliar el campo, los espacios de vida.
¿Qué temas, personas o momentos han nutrido e inspirado tu trabajo?
Uno se nutre de fuentes muy diversas pero creo que todas trazan su origen en las ciudades. Si bien las ciudades han triunfado, siempre serán territorios de complejidad y paradojas que es donde intento mirar con mis trabajos. Han sido las ciudades las que han germinado los movimientos culturales y utopías que me interesan (las ciudades ideales modernas, el movimiento romántico en toda su enorme amplitud, los poetas de la modernidad) y que han logrado trascender a través de la historia por aislar sentimientos tan propios del momento que les tocó vivir pero al mismo tiempo transversales a toda época. Me gusta pensar que aún cuando fotografío paisajes naturales, son ciudades, en el sentido de que muestran una forma de entender y relacionarnos con la naturaleza moldeada por la ciudad.
¿Cómo defines tu propuesta fotográfica?
Me cuesta definirla porque mi propia lectura sobre ella cambia, pero si tuviera que resumir la actual, diría que como producto de una mirada lejana y tardía a una realidad, que desde la distancia busca sombras del futuro en el presente. Son trabajos sencillos y muy personales, que buscan como decía Novalis dar a lo conocido dignidad de desconocido, explorando la categoría de lo sublime que explotaron tanto los románticos, eso que produce delicia y deseo pero también miedo y horror. Busco imágenes libres, quietas, que susurren hacia adentro, calladas, que entren el habla...
¿Cuál es el trasfondo de tu muestra realizada este año en Sala Gasco llamada "Damos vueltas por las noches"? (en qué consiste hacer fotografía del acto de vagabundear)
En Damos vueltas por las noches fotografié y filmé bares y parques de Londres en la mitad de la noche. Esas fueron las imágenes que inmediatamente desencadenaron en mí asociaciones al mismo tiempo bellas e inquietantes, que producían hermosos vértigos como llamaba Saint-Exupéry a esa sensación ambivalente. Finalmente lo fotografiado es un pretexto, la noche y los noctámbulos una metáfora para hablar de otras cosas, de la soledad, del hastío, de la rutina, de la búsqueda, de nuestra necesidad de completarnos con el otro, todos elementos propios de la experiencia humana en la ciudad.
Y en la búsqueda de esas imágenes, el caminar es para mí una experiencia fundamental. Cada vez que me instalo en un lugar, me pierdo a inspeccionar esquinas y callejones (y lo he hecho durante años concienzudamente, sin recibir nunca un centavo por ello), me entrego a las solicitaciones del terreno como decían los Situacionistas. En mi casa tengo una biblioteca, pero la ciudad es mi taller.
¿Cual de tus trabajos fotográficos has disfrutado más y por qué?
En general no disfruto el trabajo mientras lo hago; es más estimulante la investigación previa o la contemplación del resultado y excepcionalmente la serie de los pubs por la cerveza amarga que bebía esperando al cierre. Quizás por eso también he aprendido a disfrutar los trabajos que no terminaré nunca, como la serie sobre aeropuertos, o la serie de atmósferas fotografiadas al salir o caer el sol, o mi último trabajo exhibido en España titulado Turistas; una serie fotográfica sobre sujetos inmersos en paisajes sobrecogedores y una trilogía de lamentos en formato de pequeños filmes.
¿Quienes son tus referentes en la fotografía?
No voy a nombrar nada muy contemporáneo. Miro y leo muy poco sobre el presente. A mi me acomoda eso de Kandinsky, de que el artista debe ser sordo y ciego a la contingencia para mirar hacia adentro, hacia lo que no se debilita ni pasa de moda, ahí es donde está el lenguaje propio y a la vez universal, en el mundo interior, de los pocos espacios de libertad aún posibles. En general me interesan artistas -en el sentido amplio de la palabra-, imágenes o situaciones que me sacudan y despierten en mí asociaciones que se disparan en todas direcciones. Por nombrar algo, Thoreau, ese portento del pensamiento individualista y antiautoritario, la arcadia romana, Hopper, el Calamaro de los 80, Max-Neef, don Arturo y su bar que nunca cierra, los personajes de García Berlanga, Agnès Varda, los Situacionistas, Friedrich, la tristeza de un piano, un saxofón o una trompeta, Aristarain, los ríos que atraviesan ciudades, Ángel Gonzalez, las ferias de cosas viejas y rotas.
¿Cómo construyes tu ideal de fotografía, de belleza?
Hace algunos días volví al film de Werner Krüger titulado Todo hombre es un artista, sobre Joseph Beuys, para mí el artista más importante del siglo XX. Beuys hablaba con soltura en la cocina, mientras parecía preparar una sopa de vegetales. Al ser interrogado sobre el significado de lo bello, responde con sonrisa socarrona: “la belleza es el brillo de lo que es verdadero”, mientras sostiene en alto una papa que acaba de pelar, como si su reluciente cuerpo amarillo encerrara valores universales como la libertad y la autodeterminación, como si hasta el trabajo manual más cotidiano encerrara un conocimiento profundo sobre la vida, como si la insistencia práctica de lo más humano nos engrandeciera, creyendo firmemente en que cada hombre que trabaja por la ampliación de sus horizontes es un artista. Creo que es eso lo que me interesa.
¿Qué estás haciendo ahora y cuales son tus proyectos a futuro?
Siguiendo esa idea de ampliar los horizontes, de incomodarse, me vine a Antofagasta, al Norte Grande de Andrés Sabella y Salvador Reyes. Desde la vez primera que vine quedé prendado con el desierto. Estoy iniciando algunos proyectos que aún no toman forma concreta pero giran en torno a la redefinición de lo épico en estos tiempos y estos parajes indómitos. Mientras decantan, muestro mi film de artista “La vida está en otra parte” y termino una videoinstalación titulada “Requiem a Bemba” que poéticamente resume mi experiencia cuando fui deportado el 2011 y en la sala de detenciones conocí a Bemba. Esta es su historia a través mío y la de muchos migrantes a través de él.